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A lo largo de los siglos, las condiciones de Gran Bretaña en tanto que conjunto de Islas tenía que configurar una peculiar visión del arte musical, del mimso modo que lo hizo en otros tantos campos. La breve lista que ofrecemos hoy proporciona una visión de esta peculiar aproximación británica a lo largo de cinco siglos gracias a siete de las numerosas maravillas que ha dado su genio musical. Una mezcla de melancolía y esplendor majestuoso, de brumosidad y espesor han sido la receta para grandes obras, que han marcado el carácter de los británicos desde Come again hasta Every Breath you take.
1. Come again (1597), John Dowland
Comenzamos con una bellísima canción del cantautor por excelencia del siglo xvi, con acompañamiento de laúd. En Come again, Dowland nos sugiere que aprovechemos los placeres del amor: “Ver, oír, tocar, besar, morir”. Para acercarles a esta maravilla, una versión interpretada por Sting que resulta más acesible al publico del siglo xxi.
2. The Italian ground, Orlando Gibbons (1613)
Interpretada por el genial pianista canadiense Glenn Gould, quien consideraba a Gibbons el mejor compositor de la historia. Una de las maravillas del barroco británico. Una fantasía cargada de florituras, que funde la inspiración británica con las influencias italianas que gobernaban la Europa de finales del xvii.
3. Music for a while (1679) Henry Purcell
Una verdadera joya de la melancolía inglesa y una de las obras más bellas de la historia de música occidental. Pieza escrita para voz de soprano masculina (o sea, castrato) con el tradicional bajo contínuo barroco. Henry Playford, editor de Orpheus Britannicus, la colección póstuma de las canciones de Purcell, admiró sobre todo “su genio particular para expresar la energía de las palabras inglesas”. Tranquilos: Scholl no ha pasado por la mesa de operaciones, sencillamente es un contra-tenor.
4. Royal fireworks (1749), Georg Friederich Haendel
Una de las obras capitales del estilo imperial, compuesta por uno de los más grandes compositores británicos que, a pesar de todo, no nació en Inglaterra. En A Orillas del Támesis hemos dedicado un artículo al fenómeno Handel. La pieza, encargada por Jorge II, fue compuesta para acompañar el festival de fuegos artificales que tuvieron lugar en Green Park, Londres, el 27 de abril de 1749.
5. Pomp and circumstance (1899) Edward Elgar
Lo más británico que pueda existir en este mundo, además de la Reina Isabel, en una versión hyper-british del festival Proms. El chaleco del director habla por si mismo, y bien podría aparecer en nuestra colección de Sandalias con calcetines.
6. The planets (1916), Gustav Holst
La obra más conocida del compositor y una de las piedras angualres del repetorio orquestal británico del siglo xx. Se trata de una suite de siete movimientos a cada uno de los cuales Holst le dio el nombre de un planeta del sistema solar. Ha tenido mil y una referencias en la cultura popular.
7. The Young Person’s Guide to the orchestra (1946), Benjamin Britten
El compositor moderno entre los autores clásicos británicos, compuso esta pieza para demostrar a los más jóvenes las capacidades de una orquesta simfónica. Se trata de unas variaciones sobre un tema de Purcell. Una técnica impoluta. Un bálsamo para los oídos. Una de las joyas de la corona.
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