Homero, Himno a Hermes
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Cuando el eterno papá Leopold Mozart planeó la ruta de su Grand Tour familiar, Inglaterra no entraba en sus planes. La familia pretendía llegar hasta París haciendo escalas en diferentes cortes y luego emprender el viaje de vuelta a Salzburgo dejando el rastro del éxito de sus hijos por doquier. Leopold pretendía ser como un agricultor: sembrar buenas semillas que dieran fruto años después. Sin embargo,debido a que ese objetivo no se había logrado, los Mozart visitaron Londres con la esperanza de tener más éxito que en la capital francesa.
En abril de 1764, y después de hacer “una gran contribución al vómito cruzando el canal de la Mancha, la familia Mozart al completo (Leopold, Anna Maria, Wolfgang y Nannerl) puso el pie en Inglaterra. Por fin sus esperanzas se vieron satisfechas y la familia convirtió Londres en su hogar por un año y medio. En una de las últimas cartas que Leopold mandó a su confidente y casero en Salzburgo, Johann Lorenz Hagenauer, escribió que su partida de la city le estaba requiriendo enormes preparativos. En Londres, su equipaje se había multiplicado. Libros, partituras y regalos que Leopold atesoró el resto de su vida (incluso varios telescopios) volvieron a Salzburgo en un baúl vía París. Londres había seducido a Leopold.
Leopold Mozart descubre Londres
Primero, por la ausencia de una monarquía absolutista, que favorecía el funcionamiento de un mercado burgués liberal mucho más avanzado que convenía a los intereses familiares de los Mozart. En Londres Wolfgang no era un caso único: el interés por los niños prodigio había creado un mercado casi circense en el que padres sin muchos escrúpulos exhibían sus talentosos vástagos. Aunque Leopold nunca participó de esos ambientes, la libertad de mercado favoreció que Mozart llegara a audiencias de todas condiciones.
Segundo, por las dimensiones de Londres. Leopold quedó fascinado con Londres hasta el punto de redactar unas completísimas estadísticas sobre diversos aspectos de la ciudad. Esas listas dignas de un Georges Perec del dieciocho, son muestra de su carácter obstinado, meticuloso e incluso obsesivo. A lo largo de tres páginas manuscritas, anotó docenas de estadísticas que debieron de estremecerlo: 4 teatros de ópera, 18 bibliotecas públicas, 551 cafeterías, 55.435 farolas en las calles, 186.923 cerdos, y hasta los 21.660.000 libras de queso consumidas anualmente, etc.
Tercero, por el espíritu racionalista y una ilustración conservadora. En la city, Leopold pudo cultivar su afición a todo aquello que fuera serio y satisfacer la perenne inclinación al estudio que le acompañaba desde su infancia en los jesuitas de Augsburgo. Leopold no desaprovecharía la oportunidad para relacionarse con el establishment científico de Londres, contemplar las curiosidades etnográficas del Museo Británico, y adquirir tres aparatos ópticos del célebre John Dollon (dos microscopios y un tubus), mostrando un marcado interés por las ciencias naturales y la observación que los musicólogos a apenas han tenido en cuenta hasta nuestros días. La ilustración conservadora londinense se ajustaba bien a sus carácter moderado. No hay duda de que Leopold se sintió más cómodo en los Coffeehouses londinenses que los incendiados Salons parisinos frecuentados por Voltaire, Diderot, Helvetius o D’Alambert.
Una agenda para el éxito
No solo por sus increíbles habilidades musicales sino también por ser más varon y más joven que su hermana Nannerl, el pequeño Wolfgang despertó la curiosidad tanto en el público general, como en la comunidad académica de la ciudad. El 27 de abril (solo cuatro días después de su llegada a Londres) los Mozart fueron invitado a Buckingham House en St. James Park y el joven Wolfgang tocó para George III y la Reina Charlotte. Siendo la reina de origen alemán, pudo hablar con Wolfgang en su lengua materna y sacar a relucir unos exquisitos modales.
Aunque Leopold no obtuviera los beneficios esperados de esa sesión musical en palacio, el favor real le abrió las puertas de los ambientes más selectos de la ciudad. La familia no desechó la ocasión, y se entregaron con esmero a la preparación de conciertos. Leopold estaba plenamente dispuesto (previo pago) a satisfacer el insaciable ánimo de indagación de los londinenses, pioneros en asuntos intelectuales y científicos, en historiografía y en museología.

Al fin, el estreno público de Wolfgang en Londres tuvo lugar el 5 de junio de 1764 en el Spring Garden. A la cita acudieron unas 200 personas pertenecientes a las principales familias de la ciudad[11].
La vida concertística de Wolfgang y Nannerl en la ciudad fue notable y puede rastrearse en en los periódicos de la época. Su agenda también incluía sesiones de música exclusivas, que los hermanos ofrecían a un publico selecto. Al menos desde marzo de 1765, varios anuncios en el periódico Public advertiser informaban de que, diariamente, los hermanos Mozart ofrecían sesiones privadas de 13.00 a 15.00h en su apartamento de la casa Williamson núm. 13, Thrift-Street, Soho (actualmente Frith Street, 20, Soho). El precio era de 5s por cabeza. En esas sesiones musicales, que Leopold ofrecía “to all Lovers of the sciences” se daba la oportunidad a:
“Ladies and Gentleman […] de poner sus talentos [los de Wolfgang] a prueba, dándole cualquier cosa para leer a primera vista o cualquier música sin bajo, que él inventará al momento y sin usar el clavicémbalo”

Mozart tenía 9 años y alentado por el ambiente, empezó a componer sus propias piezas y deslumbraba al público con su inventiva. Leopold le proporcionó un cuaderno para que las anotara, que ha quedado con el nombre de London Sketchbook.
Uno de los concurrentes a las sesiones que los Mozart organizaban en su piso de Trifth-street (hoy Frith-Street, 20) fue el célebre naturalista y jurista Daines Barrington. El naturalista redactó un artículo para la revista Philosophical Transactions dedicado al análisis exhaustivo de las habilidades de ese pequeño genio alemán. Su testimonio es el documento más fidedigno y científico de todos los que hablan sobre las prodigiosas habilidades del joven, que considera un claro continuador de la figura genial G. F. Handel. El texto titulado An account of a very remarkable young musician (1769) puede leerse íntegramente aquí.
Poco después de esa visita, los Mozart partieron hacia Holanda. No sabían las calamidades que les esperaban durante 1766: Nannerl y Wolfgang enfermaron, y la muchacha estuvo tan grave que temieron por su vida. Leopold no ganó el favor de muchos y aunque volvieron a Salzburgo como héroes, no lo hicieron con contactos sólidos para el futuro. Londres quedó siempre, como una suerte de Paraíso Perdido miltoniano.


London & Beyond
En las postriometrías de su vida, Mozart sopesó seriamente volver a Londres. Su amigo y admirado F. J. Haydn había hecho buenos tratos en la ciudad, y en verano de 1790 se marchó a la capital londinense para una serie de conciertos. Si Mozart hubiese vivido más allá de diciembre de 1791, seguramente hubiese vuelto a ver los acantilados de Dover. Quien sabe si, de haber superado esa enfermedad que le llevó a la tumba, Mozart hubiese podido vivir muchos años más gracias a los beneficios que habría granjeado en la capital británica. Por desgracia, ese extremo es una pura ficción.
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